En esta ocasión comparto una
reflexión en torno a una campaña presuntamente antiesclavista que se ha organizado contra una gran compañía del sector textil.
Y de manera muy contundente me posiciono al lado de la empresa y contra la manera de hacer los denunciantes.
Encontraréis los argumentos en el artículo, pero me hace falta añadir un elemento de reflexión: si las empresas que están gestionando la responsabilidad social no encuentran una manera de hacer diferente por parte de los grupos de interés es que estos no han entendido nada.
Se supone que una empresa que gestiona la RSE es receptiva y abierta a dialogar. Si los grupos de interés pasan de esta sensibilidad, quizás están demostrando una falta de voluntad real de interés en el problema y lo que muestran es otra agenda oculta, más relacionada con su interés mediático o de otro tipo no estrictamente misional.
A menudo me he mostrado crítico con algunas organizaciones que presuntamente se las consideraría éticas. Alguien me ha reprochado que he criticado con más contundencia alguna de estas organizaciones que alguna empresa... Es cierto que soy más exigente con ellas. Los que hablamos de RS, los que tratamos de fomentar la gestión de la responsabilidad social en los demás, debemos ser muy exigentes con nosotros mismos. Las entidades sociales, por ejemplo. O las administraciones. O las empresas que pretenden hacer de la ética un atributo de identidad.
Pedir que los demás sean responsables y no serlo suficientemente nosotros no es solamente cinismo, también es una manera de cargarse la gestión de la responsabilidad social. Si algunos grupos de interés todavía están en otro estadio en el que sólo les interesa la filantropía o la propia notoriedad de marca no podemos pedir otra cosa más evolucionada e inteligente a las empresas.