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¿Las entidades educativas deben gestionar su responsabilidad social o ésta ya está implícita?
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¿O quizás todavía es más importante en su caso por el desarrollo personal y colectivo que se deriva?
La publicación
Fòrum. Revista d'Organització i Gestió Educativa correspondiente a mayo - agosto 2012 incluye un artículo de Josep Maria Canyelles sobre
La Responsabilidad Social de las organizaciones en la Educación. Podéis ver el índice con los otros artículos
aquí. La revista (en lengua catalana) está a la venta y también está accesible digitalmente en el
quiosco de Zinio . Puede acceder al artículo en castellano a continuación:
La Responsabilidad Social de las organizaciones en la Educación
Josep Maria Canyelles
Responsabilitat Global
2012
Todo empieza en la persona
Si aspiras a cambiar el mundo, primero prueba de cambiar la baldosa sobre la que te mueves. Recuerdo que una expresión similar a esta la usábamos en los cursos de monitores de educadores en el tiempo libre, con una clara intencionalidad pedagógica y educativa. Sería como decir "sé el cambio que quieres ser".
También de aquel tiempo y circunstancias en qué actuábamos de profesores de pedagogía de la naturaleza, recuerdo que en alguna ocasión nos lo habíamos hecho venir bien para hablar de un grupo ecologista alemán llamados azules que apostaban por un modelo de reivindicación ecologista que partía de de una manera muy diáfana de las actitudes de las personas, estableciendo un compromiso de mayor profundidad personalista que el meramente reivindicativo de los verdes, sin menospreciar esta otra dimensión.
Esta referencia a la relevancia de la actitud de las personas, de cada uno de nosotros, y muy especialmente a la coherencia entre los discursos y los comportamientos, resultaba básica en un contexto de carácter educativo donde quizá no era tan significativo el impacto ambiental de nuestras actuaciones como la manera como conformar nuestro propio impacto en el proceso de crecimiento personal. O dicho de otro modo: aun siendo altamente relevante el impacto en el entorno de nuestras actuaciones, lo que focalizábamos era la manera como la persona -o el niño y sus monitores en este caso- conformaban una escala de valores y una correspondencia de actitudes bastante coherente y estructurada, bastante consecuente, y bastante favorecedora del pleno desarrollo del individuo en armonía con el entorno.
La responsabilidad social de las organizaciones
A menudo, la persona con intenciones más nobles puede incurrir en incoherencias, al igual que cualquier organización -no importa si se trata de una empresa, ONG, escuela, o administración pública- también pueden afrontar en su gestión diaria, ya sea por falta de visión global de sus impactos, por desconocimiento de muchas materias no centrales en su actividad, o por dificultades organizativas, técnicas o económicas para poder desarrollar sus actuaciones como sería deseable idealmente.
El patrimonio de la presunta incoherencia afecta a cualquier organización, y es bueno poder afrontarlo sin acomplejamiento y con la mejor voluntad de tomar conciencia y gestionar adecuadamente los desajustes.
Sin duda, la primera responsabilidad de una organización no lucrativa ante la sociedad es la creación de impactos sociales sostenibles en el marco de su misión, de tal manera que se cree valor para todos los grupos de interés.
Pero cualquier organización también debe saber diferenciar lo que está en su misión y que conforma objetivos centrales de lo que tal vez sólo debe generar criterios de actuación pero que son hoy día muy relevantes: organizaciones que tienen una finalidad cultural desatienden aspectos sociales; organizaciones que tienen una finalidad en derechos humanos desatienden derechos culturales; organizaciones que trabajan por la sostenibilidad ambiental desatienden la sostenibilidad lingüística; organizaciones que defienden los derechos de ciertos colectivos no atienden los derechos sociales de otros colectivos diferentes...
Sin embargo, no sería positivo hablar de "incoherencias" por la carga negativa y culpabilizadora que conlleva este término. Partiendo de la constatación y el sano reconocimiento de que todas las organizaciones, como todas las personas, tenemos muchos aspectos a mejorar en cuanto al impacto que generamos en nuestro alrededor, lo que hace falta es desarrollar la voluntad de mejora constante para aproximar este impacto en nuestro discurso acercando al mismo tiempo este discurso a las expectativas que nuestro entorno tiene sobre nosotros.
Con gran facilidad podemos emitir críticas contundentes contra empresas y administraciones, las cuales sin que pierdan validez, no están con correspondencia con la capacidad limitada de autocrítica de nuestras propias organizaciones. En proporción a la capacidad de impacto social y ambiental de cada uno, algunas de nuestras actuaciones mal resueltas pueden estar al mismo nivel que aquellas que son blanco de nuestras diatribas.
Hoy son muchas las empresas que empiezan a asumir que el poder que recae en sus manos debe ir acompañado de una mejor asunción de la responsabilidad que va asociada. Algunas empresas ya han empezado a ejercer lo que se conoce como RSE, y disponen de sistemas para gestionarla, indicadores para hacer un seguimiento y plantearse su objetivos de mejora, e informes de sostenibilidad para rendir cuentas a la sociedad en un ejercicio de transparencia que es la base para el diálogo con las partes, la comparación con otras empresas, y la relevancia social de estas iniciativas.
En este sentido, no sería una justa correspondencia que las organizaciones que tienen una finalidad no lucrativa, o de progreso humano, o de mejora de la sociedad, rehuyesen de reconocer sus propias limitaciones y de mostrar transparentemente los esfuerzos por la mejora en cada una de las áreas. La exigencia social debe convertirse autoexigencia para hacer no sólo posible el cambio hacia mejor a nuestras organizaciones sino para hacer además una acción pedagógica, sabiendo que el compromiso de responsabilidad no sólo mejorará las áreas en las que nuestra acción puede generar un impacto, sino que tiene el gran valor de convertirse en ejemplo de compromiso dinámico y efectivo.
Una de las mejores aportaciones que las organizaciones al servicio del crecimiento humano pueden hacer hoy en la sociedad es situar sus estrategias y actuaciones sectoriales y particulares en el marco de una visión de unas comunidades más responsables socialmente en cada una de las partes comparte públicamente un anhelo similar de creación de capital social. Y la responsabilidad social nos puede ayudar.
Qué se entiende por Responsabilidad Social
Se entiende la Responsabilidad Social como la integración voluntaria, ya sea por parte de una empresa o de cualquier otro tipo de organización, de las preocupaciones sociales y ambientales en sus operaciones y sus relaciones con sus interlocutores. Se trata, pues, de una forma de gestión que se define por la relación ética de la organización con todos los públicos con los que se relaciona, y por el establecimiento de objetivos compatibles con el desarrollo sostenible de la sociedad.
Si bien este enfoque de gestión comenzó a desarrollarse en el corazón de algunas empresas, hoy se incorpora en todo tipo de organizaciones, privadas o públicas, cada una de acuerdo con el grado de impacto que puedan tener en la sociedad y en el entorno.
Las entidades no lucrativas, las públicas, las del conocimiento, las de educación superior, entre otras, también están incorporando la gestión de la RS. Para las organizaciones que gestionan conocimiento, la RS es un enfoque muy adecuado ya que a diferencia de los enfoques basados meramente en estándares de gestión de la calidad, el medio ambiente, o la salud y seguridad laboral, la RS va más allá con un especial énfasis en el diálogo con los grupos de interés, lo que permite gestionar el conocimiento, el aprendizaje, la identificación de las mejores prácticas, y gestionar la confianza, rendir cuentas, profundizar en el compromiso, desarrollar valores...
Este comportamiento basado en el diálogo y en la buena ciudadanía corporativa, se suele orientar a una visión de mejora de la gestión de sus activos intangibles (talento de los equipos humanos, confianza de los clientes, solidez de las relaciones en la cadena, licencia social para operar , reputación, marca...) y pretende garantizar la sostenibilidad del propio proyecto empresarial.
Podríamos, pues, afirmar que la empresa ciudadana -otra forma como se conoce este perfil de compañía- es una organización que toma conciencia de sus interacciones con el entorno y de sus impactos, tanto positivos como negativos, y tanto los previstos como otras externalidades o incluso los potenciales.
Expresado así, parece que las organizaciones educativas tengan una responsabilidad social implícita. Sin embargo, la percepción sobre el objeto social de las organizaciones que comparten una base misional al servicio del desarrollo humano puede hacer perder la capacidad analítica y crítica sobre cuál es el amplio alcance de los aspectos que hay que gestionar con una enfoque de RS.
En el sector de la educación, la RS se puede hacer presente de maneras diversas, las relacionadas con la actividad educativa y las que corresponden a la gestión de las instituciones, y que podríamos trasladar a dos grandes objetivos: [continuar leyendo en el blog]
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